En las diferentes culturas se habla de la creación del hombre.
En la cultura maya, por ejemplo, se llega a la figura del hombre tal y como la conocemos, después de varios ensayos por parte de los dioses en su afán de perfeccionamiento.
En la cultura maya, por ejemplo, se llega a la figura del hombre tal y como la conocemos, después de varios ensayos por parte de los dioses en su afán de perfeccionamiento.
Según
el Popol Vuh (libro sagrado de los mayas), primero lo construyeron de lodo pero
no podía caminar, ni hablar ni siquiera mantenerse de pie, y lo destruyeron.
Posteriormente
lo fabricaron de tierra, lo alimentaban con hojas y árboles pero no hablaba ni
andaba. Después lo construyeron de madera. Éste podría hablar y caminar y dar
hijos, pero también carecía de entendimiento, por lo que fue desechado.
Los dioses concluirían cuando obtuvieran
al “Ser” que lo sostuviera. Así pues, el éxito llegó con el hombre de maíz. Este elemento le otorgó
existencia, y no solamente vivir, ya que los nuevos hombres tomaron conciencia de
su papel dentro del cosmos, que, como sabemos, consiste en reconocer y adorar a
los dioses, sus creadores, además de permitirles identificarse con la tierra y con
la naturaleza. De esta manera, en estos mitos la idea cristiana del hombre
formado con barro queda relegada frente a la creencia maya del hombre constituido
a partir del maíz, pues este último resulta superior.
La tradición cristiana, en el
libro del Génesis, narra que Dios creo al hombre a partir de polvo de tierra,
lo insufló aire en la nariz y le dotó del aliento de vida. El nombre de ese
hombre fue Adán, que en hebreo quiere decir “hecho de tierra rojiza”.
Por otro lado, una leyenda del
antiguo Egipto, reza que cuando el Dios creador hubo concluido su obra, sus
lágrimas resbalaron por sus mejillas de satisfacción, al contemplar la belleza
de todo cuanto había creado. Estas, cayeron al suelo, y del barro, surgió el
hombre.
Y
¿por qué el barro?.
El
hombre en su juventud es ese barro manejable, maleable, dúctil capaz de
adquirir cualquier destreza y cualquier conocimiento. Estos le deben llegar a
través de la educación, de la formación para convertirlo en lo que finalmente
llega a ser.
Es
aquí donde quiero presentaros a la figura del Golem, un ser que está
representado en el mazo del Oráculo de Madame Endora. En este mazo representa
la figura de otra persona, un amigo cercano que actuará en nuestro beneficio.
No dice si esa actuación es honesta o no, podemos suponerlo, pero no se
especifica.
El
Golem se recoge en una antigua leyenda relacionada con el gran rabino Loew de
Praga (1512 - 1609) y con imágenes vigorosas evoca los misterios del gueto de
Praga. El Golem es una figura de arcilla animada por obra de la cábala, para
defender a los judíos, pero que se escapa fácilmente del control y provoca
catástrofes.
Lo
que podría ser sólo una extravagancia gratuita, sin más interés que el de un
relato bien contado, adquiere significado simbólico: el Golem personifica a los
autómatas humanos, que crean la sociedad moderna. Lo mismo que el Golem, el
hombre moderno realiza la parte a él asignada contra su propia voluntad y con
un rigor atroz. A este pesimismo fundamental, la novela añade un continuo
misterio, una atmósfera de errores trágicos en los que juegan enigmáticos
cabalistas, una metafísica expedita pero dramática ("la boca de cada
hombre se convierte en la boca de Dios si creéis que sea la boca de
Dios").
Ha
sido objeto de múltiples estudios que exceden la literatura: filosofía,
religión, ocultismo, alquimia, magia, cábala.
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