En
vista de la aceptación que están teniendo las entradas del blog dedicadas a los
mazos más antiguos de Tarot, a ésos que llamamos “de museo”, vamos a ofreceros un
nuevo ejemplo de este tipo.
UN ENIGMA CENTENARIO
Este
Tarot es una de las barajas más antiguas y fascinantes. Aunque son dignas de un
rey, estas cartas no fueron pintadas para el rey de Francia, Carlos VI, como se
creyó durante años, sino para un noble italiano que pertenecía a la familia
d’Este, de Ferrara.
En
1711 el noble francés Roger de Gaignères regaló al Rey Sol, Luis XIV, una serie de 17 cartas auténticamente
espléndidas, pintadas al temple sobre papel de varias capas y recubiertas por
una fina lámina de oro decorada al punzón con delicados motivos de sarmientos
floridos.
Las
cartas eran el Loco, el Emperador, el Papa, los Enamorados, el Carro, la Justicia , el Ermitaño, la Fuerza , el Colgado, la Muerte , la Templanza , la Torre , la Luna , el Sol, el Juicio, el
Mundo y, curiosamente, la Sota
de Espadas.
Roger de Gaignéres no sabía de dónde procedían estas cartas, heredadas de un
antepasado suyo. La colección pasó después al patrimonio de la Bibliothèque
Nationale de París, que durante la época napoleónica adquirió
gran parte de las obras encuadernadas y en papel pertenecientes a la familia
real, depuesta durante la Revolución
Francesa.
LAS CARTAS GRINGONNEUR
En
el año 1842 el coleccionista francés M.C.
Leber identificó estas cartas como los restos de un mazo de Tarot y planteó
la hipótesis de que procedieran de una de las barajas pintadas por Jacquemin Gringonneur en 1392 para el
rey de Francia Carlos VI
(1368-1422).
Esta
hipótesis se basaba en el hecho de que en el libro de contabilidad de Charles
Poupart, tesorero del rey, en el año 1392 se cita el pago de 56 monedas parisinas
por tres barajas de cartas de oro con diversos colores y emblemas.
Ahora
bien, surge la pregunta ¿qué es lo que relaciona las cartas doradas de la Bibliothèque Nationale con las citadas en el libro de contabilidad del
siglo XIV? De hecho, en 1869 un estudioso algo más avispado que Leber, Romain Merlin, puso en duda la
hipótesis de su predecesor, pero sin aportar ninguna otra solución. De este
modo, las cartas siguieron siendo identificadas como “Tarot de Carlos VI”,
incluso por los estudiosos que en tiempos posteriores intentaron averiguar su
auténtico origen.
RESOLVIENDO EL ENIGMA
En
1906 Henry René d’Allemagne atributó
las 17 cartas a un taller veneciano de principios del siglo XV. Durante mucho
tiempo se dio crédito al autorizado historiador francés, pero en 1967 otro
estudioso francés, Yves Klein,
especialista en el arte de la miniatura, después de una investigación mucho más
profunda que las anteriores, negó toda relación del Tarot de Carlos VI con la
tradición veneciana, representada por unas pocas cartas conservadas en el Museo
Correr de Venecia, y también con la tradición milanesa, muy famosa gracias a la
baraja de los Visconti y también la de los Sforza de la que ya hemos hablado en
este blog.
Además
Klein hizo notar numerosas semejanzas con los restos de una baraja de Tarot del
siglo XV, seguramente de Ferrara, que hoy se conserva en Sicilia, en el Museo
de Castell’Ursino de Catania.
En
los años siguientes, un ilustre profesor de lógica de Oxford, Michael Dummett, muy interesado por los
juegos de cartas, siguió las intuiciones de Klein y, comparando las cartas de
París con las de Catania, afirmó que la semejanza de las ilustraciones y de los
adornos demustra que, sin lugar a dudas, el Tarot de Carlos VI fue pintado en
Ferrar para la familia d’Este. El enigma fue resuelto finalmente más de dos
siglos después de que empezara.
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