MUNDO
MODERNO Y SABIDURÍA ANTIGUA. PARTE XII
La
energía encerrada en el interior del átomo es la fuerza conocida más poderosa;
y la fuerza electromagnética es un centenar de veces más débil que la energía
nuclear. Pero la fuerza gravitatoria es cuatrillones de veces más débil que la
electricidad o el magnetismo. Matemáticamente se expresa como 1036
veces más débil que la electricidad, y 1038 veces más débil que la
nuclear.
Paradójicamente
la fuerza más débil es la más difícil de dominar, debido a lo poco que se sabe
acerca de ella. La gravedad ocupa un lugar exclusivo en la Física. Lo más extraordinario
es que los descubrimientos realizados en el mundo del átomo no han aclarado el
misterio de la gravitación, sino que, al contrario, han creado aún más
problemas dentro del gran problema principal.
Levitación |
Si
se pudiera aislar las cosas de la gravedad, dichas cosas perderían su peso.
Pero hasta ahora, ésta ha sido una tarea improductiva. Si la gravedad fuera
conquistada, la vida se transformaría por completo. Coches, aviones trenes,
buques y cohetes de propulsión se convertirían así en algo superfluo, y
pasarían a ser objetos de museo. Las casas flotarían en el aire, y los hombres
volaríamos como pájaros.
Otra
característica que sabemos sobre la gravedad es que varía con la masa. El
compañero oscuro de la brillante estrella Sirio
está compuesto de una materia tan concentrada, que una simple taza de café de
esta materia pesaría 12 toneladas en nuestro planeta; pero este peso se queda
en nada si se lo compara con esa misma taza llena de la materia de una pequeña
estrella de la constelación de Casiopea,
que alcanzaría un peso de más de cinco millones de toneladas.
Algunas
de las leyendas más increíbles de la Antigüedad se refieren a la levitación, o el
poder de neutralizar la gravedad. François
Lenormant escribe en su obra Magia
Caldea que los sacerdotes de la antigua Babilonia eran capaces por medio de
ciertos sonidos, de elevar en el aire pesadas piedras que no podrían haber
movido un millar de hombres.
¿Fue
así como se erigió Baalbek? La gigantesca losa abandonada en la cantera a los
pies de la terraza de Baalbek por los titanes que la habían construido, tiene
una longitud de 21 metros ,
una anchura de 4,80 y un grosor de 4,20 metros . Se habrían necesitado cuarenta mil
obreros para mover semejante masa. La pregunta es: ¿cómo semejante multitud
hubiera tenido acceso a la losa con objeto de moverla? Es más, incluso en esta
brillante era nuestra de la tecnología, no existe actualmente una grúa en el
mundo que sea capaz de elevar de la cantera este monolito.
Algunos
escritos árabes contienen leyendas curiosas acerca de la forma en que fueron
erigidas las pirámides de Egipto. Según una de ellas, las piedras eran
envueltas en papiros, y luego, tocadas con una varilla por un sacerdote. De
este modo perdían su peso y se trasladaban a través del aire hasta distancias
de cincuenta metros. Luego el hierofante repetía el procedimiento hasta que la
roca alcanzaba la pirámide y era colocada en su lugar. Esto podría explicar la
ausencia de astillas en los bordes de los bloques de piedra y la estrechez de
sus juntas, entre las cuales resulta imposible introducir una simple hoja de
papel.
Las
tablillas babilónicas afirman que el sonido podía levantar las piedras. La Biblia nos habla de Jericó
y de lo que las ondas sonoras hicieron con sus formidables murallas. Escritos
coptos relatan el proceso por el cual los bloques destinados a las pirámides
eran elevados por el sonido de los salmos. No obstante, en el actual nivel de
nuestra tecnología no podemos establecer ninguna relación entre sonido e
ingravidez.
Luciano (siglo II) da testimonio de la realidad de hechos
antigravitatorios ocurridos en la
Historia antigua. Hablando acerca del dios Apolo en un templo
de Hierápolis, Siria, Luciano relata una maravilla que él mismo contempló:
“Apolo dejó a los sacerdotes en el suelo y se elevó”.
La
biografía de Liu An, en el Shen Hsien Chuan (siglo IV), contiene un
caso anecdótico de levitación. Cuando Liu An ingirió su elixir taoísta se
elevó. Pero había olvidado en el patio el elixir, y no transcurrió mucho tiempo
sin que los perros y las aves de corral lamieran y bebieran lo que había
quedado en el vaso. Como relata el documento histórico: “Ellos también se
elevaron a los cielos; así podía oírse a los gallos quiquiriquear en el
firmamento, y el ladrido de los perros resonaba entre las nubes”. No conviene
descartar este documento histórico de China como una simple anécdota, ya que
muchas de las leyendas de Oriente se han convertido en realidad científica.
¿Acaso hoy en día no viajamos sobre “alfombras mágicas” y contemplamos escenas
en “espejos mágicos”?
En la Antigüedad un
científico de nuestros días habría sido considerado un mago. En cambio, los
magos de ayer eran a menudo científicos. Simón
el Mago, un filósofo gnóstico del siglo I era un hombre de este tipo. Este
pensador hebreo afirmaba que “el fuego era la causa primaria del mundo
manifestado y tenía una carácter dual”. Ésta es una definición sencilla de la
estructura atómica de la materia y de su polaridad. Simón era capaz de realizar
milagros por medio de su “ciencia mágica”. Sus biógrafos críticos, la mayoría
de ellos primitivos patriarcas cristianos, describen el modo cómo el fuego
descendía del cielo sobre los objetos previamente designados por El Mago.
Hay
una historia acerca de Simón dirigiéndose a millares de personas en Roma sobre
el tema de su filosofía de la gnosis, o conocimiento. La tradición dice que los
“espíritus del aire” el ayudaban a elevarse a él mismo en el espacio, pues
Simón era “un hombre muy versado en artes mágicas”.
Se
afirma de Yámblico, un filósofo
neoplatónico del siglo IV, que también había flotado en el aire a una altura de
medio metro.
A lo
largo de los siglos, la
Historia da testimonio de la realidad de la levitación. En el
año 1515, el padre Francisco Álvarez,
secretario de la Embajada
portuguesa en Etiopía, escribió acerca de un monasterio situado en la montaña
de Bidjan. Junto a la capilla de las epístolas, una varilla de oro de 1,22 metros de longitud
había estado flotando en el aire durante muchos siglos. Esta maravilla atraía a
numerosos peregrinos al monasterio, y el padre Álvarez estaba totalmente seguro
del carácter genuino del fenómeno, que de ningún modo era capaz de explicar.
Unos
dos siglos después, el doctor Charles
Jacques Poncet, cirujano francés residente en El Cairo, que había viajado
mucho por Etiopía, pudo contemplar la misma varilla flotando en el ángulo
derecho de la iglesia en los años 1698, 1699 y 1700. En sus Cartas (1717), el doctor Poncet afirma
que había sospechado algún truco al verlo, y que pidió permiso al abad del
monasterio para examinar la varilla flotante desde todos los lados. El monje se
mostró de acuerdo, y el médico francés pasó su mano por debajo, por encima y
alrededor de la varilla. Escribe: “Me quedé sin habla a causa del asombro, ya
que no pude descubrir ninguna causa natural para tan maravilloso fenómeno”.
En
1863 el explorador francés Guillaume
Lejean visitó el monasterio de Bidjan y contempló también varias veces la
varilla de oro suspendida en el aire.
Según
el historiador Rufino el libro I de
su Historia, Santa Cristiana, misionera cristiana en la España del siglo III hubo
de llevar a cabo un hecho antigravitatorio. El rey y la reina de la entonces
Iberia estaban construyendo una iglesia y ocurrió que una columna resultaba tan
pesada que no podía ser puesta en su lugar. La Historia
prosigue relatando que la santa llegó a medianoche al lugar de la construcción
y solicitó la ayuda divina mediante la oración. Súbitamente la columna se elevó
por los aires y permaneció así flotando hasta la mañana. Los obreros, atónitos,
no tuvieron ninguna dificultad en mover por el aire dicha columna ingrávida
hasta colocarla en el lugar correspondiente, después de lo cual la columna
recuperó su peso y fue fácilmente instalada sobre el pedestal.
En Monte Cassino, Italia, existe una grande
y pesada piedra que según la tradición fue elevada por San Benito (448-548 de nuestra era) mediante la neutralización de
la gravedad. La piedra estaba destinada a la pared del monasterio que se estaba construyendo por aquel tiempo,
y los albañiles no podían con ella. San Benito hizo el signo de la cruz sobre
el bloque y mientras los siete hombres que habían intentado moverla quedaban
ojipláticos, la elevó él solo sin ningún esfuerzo. Así es relatado por San Gregorio Magno en el libro II de
sus Diálogos.
El
Rey Fernando I fue en cierta ocasión huésped de San Francisco de Paula (1416-1507) en Nápoles. Por una puerta
entreabierta pudo ver al monje en meditación flotando por encima del suelo de
su celda.
Santa Teresa de Ávila (1515-1582) también se elevaba en el aire. En ocasiones lo
hacía en momentos del todo punto inconvenientes, como por ejemplo durante la
visita de una abadesa o de un obispo a su monasterio, momentos en que
súbitamente se elevaba hasta el techo.
Para
ayudar a diez hombres que estaban luchando por mover una cruz de once metros de
longitud, San José de Cupertino
(1603-1663) voló unos sesenta metros, cogió la cruz en sus brazos y la instaló
en su lugar. En 1645 en presencia del embajador español en la Corte Papal , él mismo se elevó
y flotó por la iglesia por encima de las cabezas de los presentes hasta los
pies de una estatua religiosa.
Antigravitación |
Los
británicos han contado muchas historias de la India relativas a yoguis que en postura de
meditación se sostenían bien en el aire, bien sobre el agua.
Según
el documento Surya Siddhanta de dos
mil años de antigüedad, los siddhas, adeptos a la Ciencia Suprema , podían
convertirse en extremadamente pesado o en seres ligeros como una pluma.
En
una carta fechada el 14 de Julio de 1871, Lord
Lindsay relata su experiencia con D.
D. Home: “Estaba reunido con Mr. Home y Lord Adare y un primo de éste.
Durante la sesión, Mr. Home entró en trance y en este estado salió por la
ventana como impulsado. Permaneció en aquella posición durante unos pocos
minutos, y luego se deslizó dentro la habitación con los pies por delante, y al
final se sentó”. ¡La ventana a la que se refiere Lord Lindsay estaba a una
altura de treinta y tres metros sobre el nivel de la calle!
El
conocido físico británico Sir William Crookes, observó también hazañas de
levitación por parte de Home. “En tres ocasiones distintas le vi elevarse
completamente del suelo de la habitación. Una vez estaba sentado en un sillón,
otra de rodillas sobre su silla y la tercera simplemente de pie”, escribiría en
el año 1874.
Anomalías
en la gravedad lunar y sus zonas gravitatorias descubiertas por el Apolo VIII hicieron que la nave se
apartara de su curso y altitud. En nuestro planeta las anomalías en la gravedad
no son infrecuentes. Uno de los ejemplos más espectaculares es la “colina
magnética”, cerca de Moncton, New Brunswick, Canadá, donde los coches
atraviesan el alto de la colina sin necesidad de fuerza motriz. La gravedad
invierte su dirección en la base de la colina y cuando los conductores cierran
la llave de contacto y aflojan los frenos, sus coches son empujados hasta la
cumbre de la colina por una fuerza invisible. Se pensó que quizás existía un
depósito de hierro magnético en la zona, profundamente enterrado, que era el
responsable de este fenómeno antigravitacional, ya que el imán o la calamita
atraen a los metales. Sin embargo, el imán de la “colina magnética” afecta no
sólo a los objetos metálicos, como los coches, sino también a cualquier otro:
una vara de madera o una pelota de goma, por ejemplo.
Existe
una gran diferencia en el electromagnetismo y la gravedad. El fenómeno de la
“colina magnética” puede ayudar a resolver el misterio de la Antigüedad.
Bibliografía:
La conexión cósmica - Carl Sagan
Alquimia - Titus Burckhardt
Astronaves en la Prehistoria – Peter Kolosimo
El Mago - John Fowles
El Gran Arte de La Alquimia - Jacques Sadoul
El Mensaje Oculto de La Esfinge - Colin Wilson
Enigmas Arqueológicos - Luc Burgin
Enigmas Sin Resolver – Iker Jiménez
Profeta del Pasado - Erich Von Daniken
Shambhala - Andrew Tomas
Stonehenge - Fernand Niel
Enigmas De La Historia - Taylor Jeremy
El retorno de los brujos – L. Pauwels y J. Bergier
Recuerdos del futuro - Erich von Daniken
Dioses, tumbas y sabios – C.W. Ceram
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