Mundo moderno y Sabiduría antigua.
Parte X
Retomamos esta serie de nuestro
blog en que la mostramos cómo los pueblos antiguos tenían un conocimiento muy
superior al que hubo en Europa durante siglos. En esta ocasión nos vamos a
centrar en los precisos detalles que los pueblos antiguos tenían sobre Cartografía
y Geografía en unas épocas en que estas ciencias no existían como tal.
El ateniense Flavio Filostrato
(175-249 de nuestra era) dejó escrito en su libro Vida de Apolonio de Tiana este intrigante párrafo: “Si se considera
la tierra firme en relación con toda la masa de las aguas, podemos estar
seguros de que la tierra es la menor de los dos”. Esta sencilla afirmación prueba el
insospechado conocimiento de Geografía que existía en la Antigüedad.
Si los antiguos fenicios,
cretenses o griegos no habían cruzado el Atlántico o el Pacífico, ¿cómo podían
saber que en efecto nuestro planeta Tierra está mayoritariamente cubierto por
agua?
Platón debió de tener información
sobre la existencia de otros continentes y sobre el gran tamaño de nuestro
Globo. En su obra Fedón afirma que el
pueblo mediterráneo ocupa “sólo una pequeña porción de la Tierra”.
En el siglo I antes de J.C. el
geógrafo Estrabón escribió “Al lado del mundo que habitamos, deben de existir
uno o más mundos poblados por seres distintos de nosotros”. Y añadía que si el
paralelo de Atenas se extendía hacia Occidente, cruzando el Atlántico, estas
otras razas podrían vivir allí en una zona templada. Es una más que clara
alusión al continente americano.
Sin embargo, en tiempos de Colón
todo el mundo creía que la
Tierra era plana y que la Pinta, la Niña
y la Santa María caerían por el
borde de este plano si navegaban hasta el límite del mismo.
Es fácil comprender que el
conocimiento sobre Geografía de los pueblos antiguos era netamente superior al
de los europeos del siglo XV.
Herodoto nos narra que
Aristágoras, gobernante de Mileto en el año 500 antes de J.C., poseía una
tablilla de bronce en la que estaban grabados los mares y las tierras. Puede
que éste sea uno de los mapas más antiguos, si obviamos las tablillas cifradas
de los babilonios.
Únicamente si los pueblos antiguos
hubieran explorado lugares lejanos podrían haberlos descrito con tanta
precisión. Piteas de Marsella (330 antes de J.C.), geógrafo y astrónomo, navegó
hasta el círculo polar ártico por el Atlántico, y nos ofreció una explicación
científica del sol de medianoche.
¿Tenían los sabios antiguos
conocimiento de la existencia de América? Una confirmación más sobre este punto
la podemos encontrar en la obra Medea,
del gran Séneca (siglo I de nuestra era):
Vendrá
un tiempo
en
que las ligaduras del océano
se
desatarán,
y
la vasta Tierra se revelará.
Otro
Tifis descubrirá nuevos mundos,
y
se contemplarán tierras más allá de Thule.
Nuevas tierras más allá de Thule (Islandia) no puede ser otra cosa
que Groenlandia y Norteamérica. Tifis
era el piloto de la legendaria embarcación Argos,
con la que Jasón y los Argonautas fueron en busca del Vellocino de Oro.
En el Timeo de Platón (siglo V antes de J.C.) escribía sobre América y el
océano Atlántico: “En aquellos días, el Atlántico era navegable desde una isla
situada al oeste de los estrechos que vosotros llamáis las Columnas de
Hércules; desde ella podían alcanzarse otras islas, y desde éstas era factible
pasar al continente que había frente a ellas y que circunda el verdadero
océano”.
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Columnas de Hércules |
Ahí tenemos la descripción de que
más allá del estrecho de Gibraltar (Columnas de Hércules), las islas Canarias y
las Azores, atravesando el océano Atlántico, hay un continente que sólo puede
ser América.
El Vishnu Purana, libro sagrado de
la India,
contiene un significativo pasaje sobre un Pushkar (continente) con dos Varshas
(tierras) que hay a los pies de Meru (polo norte). Dicho continente está frente
a Kshira (un océano de leche), y las dos tierras tienen forma de arco. ¿Insensatez?
¿Delirios mitológicos? ¡No! El texto hace referencia al continente de América
(Pushkar) con sus dos divisiones de tierra, Norte y Sur (las dos Varshas).
América en verdad está situado en frente al océano polar (océano de leche), y
el perfil del continente en su conjunto se parece a un arco.
Este pasaje del libro sagrado de
los brahmanes nos hace preguntarnos ¿de dónde obtuvieron la información sobre
América y su forma exacta desde Groenlandia hasta la Patagonia? La
exploración geográfica, in situ, implica necesariamente medios de transporte
adecuados e instrumental preciso; pero la civilización de la India no tenía navíos
capaces de navegar océanos 1.500 años antes de Colón. Aquí tenemos otro
misterio sin resolver de la
Historia de la
Ciencia.
Un antiguo libro tibetano de la
secta Bon contiene un gráfico muy extraño. Es un mosaico de cuadrados y
rectángulos con nombres de países desconocidos. El diagrama muestra los cuatro
puntos cardinales. En la parte de arriba está el Este, en la inferior el Oeste,
a la derecha está el Sur y a la izquierda el Norte. Esto parece una clara
indicación de que es un mapa.
Bronislav Kuznetsov en el año 1969
encontró la clave para descifrarlo, e identificó lugares reales como la ciudad
persa de Pasargada (de los siglos VII-IV antes de J.C.), Alejandría, Babilonia,
Jerusalén, Persia del norte, Bactriana e incluso el mar Caspio.
El descubrimiento nos proporciona
la prueba de los conocimientos geográficos de los tibetanos y de sus lazos con
Persia y Egipto hace muchos siglos.
En la Universidad de Yale
(EE.UU.) hay un mapa fechado en el año 1.440 que demuestra de forma concluyente
que los vikingos alcanzaron Groenlandia y Canadá 400 años antes de que los
españoles de Colón llegaran a San Salvador en el 12 de octubre de 1.492. Según
las indicaciones, los vikingos usaban para navegar piedras solares, es decir,
cristales especiales que cambiaban de color al apuntarlos hacia el sol, aunque
éste estuviese oculto tras las nubes.
La Academia
de las Ciencias de Azerbaiján publicó en 1.964 que el erudito y astrónomo
Nasireddin Tusi, del siglo XIII, tenía conocimiento de la existencia de América
doscientos cincuenta años antes de Colón. Tusi aludió en un libro al país de
las Islas Eternas, y nos dejó sus coordenadas geográficas. Si se trazan estas
coordenadas sobre una hoja, el contorno resultante es la costa oriental de
Sudamérica. ¿De dónde salió dicha información? En el siglo XIII los navíos eran
aún demasiado pequeños y frágiles para una travesía transoceánica desde
Gibraltar hasta Brasil.
Otro de los grandes enigmas de la
historia de la cartografía nos ha sido legado por el almirante Piri Reis,
cartógrafo turco del siglo XVI. Recopiló un atlas conocido como Bahriye o El libro de los mares, el
cuál contenía 210 mapas excelentemente dibujados y de una exactitud inusitada.
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Mapa de Piri Reis |
El Museo Nacional de Turquía posee
dos viejos mapas realizados por Piri Reis en los años 1.513 y 1.528, que fueron
encontrados en el palacio Topkapi en 1.929. El primero de ellos corresponde a
Bretaña, España, África Occidental, el Atlántico, parte de Norteamérica y el
perfil completo de la mitad oriental de Sudamérica (¡incluyendo los entonces
inexplorados ríos Orinoco, Amazonas, Paraná o Uruguay!).
La parte inferior del mapa muestra
la línea costera de la
Antártida, que se extiende hacia al Este hasta un punto
debajo de África. ¡Una Antártida libre de sus hielos perpetuos!, ¿cómo es
posible?
El segundo de los mapas (año
1.528) contiene a Groenlandia, la península de Labrador, Terranova, una parte
de Canadá y la costa oriental de Norteamérica hasta el extremo de Florida.
Hasta el siglo pasado no fue
posible realizar la proyección geográfica de estos mapas. El explorador y sabio
sueco Otto Nordenskjöld empleó diecisiete años de su vida en interpretar estos
mapas y desentrañar sus misterios. Su trabajo fue completado por el cartógrafo
americano Arlington H. Mallery, que contó con la inestimable colaboración de la Oficina Hidrográfica
de la Marina
de los Estados Unidos.
Fue un completo shock para ellos
descubrir que los mapas eran totalmente precisos. Las distancias entre Europa,
África y América eran exactas.
Hasta el siglo XVIII los
navegantes no fueron capaces de determinar la longitud (separación al Este u
Oeste del meridiano 0 o Greenwich) con precisión. En otras palabras, este plano
turco del siglo XVI era totalmente superior a las posteriores cartas de
navegación.
Los destinos de los tres viajes
que Colón realizó entre 1.492 y 1.498 fueron las actuales Bahamas, Puerto Rico
y Haití/República Dominicana.
En 1.501 Americo Vespuccio navegó
desde Recife (Brasil) hasta Montevideo, en el Río de la Plata. Magallanes continuó su
curso en 1.519 cruzando el estrecho que hoy lleva su nombre y llegó al océano
Pacífico en su vuelta al mundo. Ni Vespuccio ni Magallanes habían explorado los
ríos de Sudamérica, a parte de los deltas, o llevado a cabo la más mínima
exploración del interior del continente.
Pero el mapa de 1.513 muestra el
perfil completo y exacto de Brasil, algo que Vespuccio no pudo haber dibujado
en 1.501 ya que después de llegar a Argentina regresó al Atlántico.
El mapa fue hecho seis años antes
del gran viaje de Magallanes, y detalla las playas, en esa época desconocidas,
que hay entre Montevideo y la
Patagonia.
Cortés llegó a México en 1.520,
siete años después del mapa de Piri Reis. Pizarro ocupó Perú en 1.531,
dieciocho años después del mapa.
La Antártida
fue descubierta en el siglo XIX, y su cartografía sin hielo despista a
cualquiera, pero se ha confirmado que es totalmente exacta en lo que se refiere
a su masa de tierra.
El enigma de los mapas del
almirante Piri Reis sigue siendo un gran desafío de la Ciencia. ¿Quién realizó
las exploraciones necesarias para dibujar esos mapas con tanta precisión? ¿Con
qué material técnico contaban?
En su libro La cambiante corteza de la
Tierra, Charles Hapgood expone: “Este trabajo
cartográfico sobre la
Antártida fue ejecutado indudablemente cuando el territorio
estaba libre de hielos”. En ese caso, los mapas de Piri Reis serían copias de
otros aún más antiguos, miles de años en realidad. El cartógrafo americano
antes mencionado, Arlington Mallery añade otra piza de misterio al asunto al
preponer que “no se puede entender tamaña exactitud en estos mapas sin el uso
de un aeroplano”.
Aunque alejado del tema que
estamos tratando, queremos traer a colación en este momento otro libro que ha
generado mucho misterio y controversia, tanto como los mapas de Piri Reis, y
ésa es precisamente su relación. Nos referimos al Manuscrito Voynich.
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Páginas del Manuscrito Voynich |
El coleccionista de antigüedades
Wilford Voynich descubrió en 1.912 un documento en el interior de un cofre
cerrado, en un antiguo castillo cerca de Roma, y de ahí le viene el nombre.
Pero anteriormente, en el año
1.665 el manuscrito estaba en posesión del jesuita Atanasius Kircher. Él lo
recibió de un amigo junto a esta nota: “Esfinges como ésta no obedecen más que
a su dueño”.
El manuscrito es en efecto tan
misterioso como una esfinge. El profesor William Romaine Newbold, de la Universidad de
Pensilvania, realizó un intento para interpretar el mensaje cifrado de este
libro, pero sus conclusiones fueron rechazadas por los especialistas.
Los expertos criptógrafos que
fueron capaces de desentrañar las claves cifradas de los mensajes de guerra de la Alemania Nazi y Japón, no
pudieron hacer nada para “leer” el Voynich. Se intentó incluso con una
computadora de última generación para tratar de resolver el problema de su
interpretación, pero el misterio aún sigue en el aire.
El Manuscrito Voynich tiene más de
doscientas cincuenta páginas. En la mayor parte hay diagramas en color con
textos al pie. También hay treinta y tres páginas que sólo tienen texto.
El profesor Newbold indicó que el
origen del libró estaba en el siglo XIII por el pergamino, la tinta y el estilo
de los dibujos. Otros expertos lo fechan en torno al 1.500.
En las páginas del libro hay temas
botánicos, astronómicos, farmacéuticos y biológicos. En algunos gráficos se
pueden ver secciones transversales de hojas y raíces que sólo pueden ser
observadas mediante un microscopio. ¡Pero el microscopio no fue inventado hasta
el siglo XVIII!
Otra imagen muestra una espiral de
ocho brazos, una masa nebulosa con estrellas en su centro, y algo escrito en
ella. Según la interpretación de Newbold, ese texto dice que el objeto dentro
está dentro de un triángulo formado “por el ombligo de Pegaso, el cinto de
Andrómeda y la cabeza de Casiopea”. La constelación de Andrómeda es invisible
como espiral si no se usa un potente telescopio. Pero si en esa época no había
telescopios, ¿cómo pudo el autor observar dicha galaxia?
Hace pocos meses los actuales
dueños del manuscrito, que está en la Biblioteca Beinecke
de la Universidad
de Yale, han autorizado la reproducción facsímil del original a la editorial
Siloé, (http://www.siloe.es/) de Burgos
(España). Dicha empresa está especializada en hacer facsímiles de grandes
manuscritos del pasado. Tal vez así, con una mayor difusión de esta obra, su
misterio pueda ser finalmente revelado.
Bibliografía:
La conexión cósmica - Carl Sagan
Alquimia - Titus Burckhardt
Astronaves en la Prehistoria – Peter Kolosimo
El Mago - John Fowles
El Gran Arte de La Alquimia - Jacques Sadoul
El Mensaje Oculto de La Esfinge - Colin Wilson
Enigmas Arqueológicos - Luc Burgin
Enigmas Sin Resolver – Iker Jiménez
La Arqueología Misteriosa - Michel Claude Touchard
Profeta del Pasado - Erich Von
Daniken
Shambhala - Andrew Tomas
Stonehenge - Fernand Niel
Enigmas De La Historia - Taylor Jeremy
El retorno de los brujos – L.
Pauwels y J. Bergier
Recuerdos del futuro - Erich von
Daniken
Dioses, tumbas y sabios – C.W.
Ceram