A finales del siglo XVIII, Francia
experimentó un resurgimiento del esoterismo.
Durante un siglo, la Ilustración había
impuesto a las ciencias ocultas, e incluso a la religión, la etiqueta de supersticiones, pero fueron las nuevas
generaciones de intelectuales, impulsadas por un deseo de espiritualidad, las
que acometieron la recuperación de las antiguas tradiciones mágicas y
religiosas, con la convicción de que en ellas se ocultaban los misterios de la
existencia.
El Antiguo Egipto fue considerado la cuna
de una gran civilización que, aunque enterrada en la arena del desierto,
todavía podía iluminar mentes.
En 1781 causó escándalo el literato Antoine Court de Gebelin (1725-1784),
quien en el octavo volumen de “Le Monde
Primitif, analicé et comparé avec le
moderne” declaró haber descubierto en las figuras del Tarot de Marsella las
páginas de una misteriosa obra egipcia: el legendario Libro de Thot.
En esa misma obra de Court de Gebelin,
un colaborador desconocido explicó “cómo se consulta el “Libro del destino”, es decir, el uso adivinatorio del Tarot.
Pero aquellas informaciones eran poco
precisas.
Las primeras reglas de la cartomancia
llegaron de manos de Etteilla, un personaje del que se desconoce mucho ya que
fue el mismo el que vertió información equívoca sobre su identidad.
Su verdadero nombre era Jean-Baptiste Alliette (se dio a
conocer cambiando el orden de las letras de su apellido, Alliette=Etteilla) y durante mucho tiempo, numerosos historiadores
creyeron que era peluquero porque en su tarjeta de presentación aparecía la
dirección de su casa en el edificio donde trabajaba un famoso peluquero. (¿Qué
tendrá que ver?).
Nació en París en torno a 1738 y empezó
a trabajar desde joven en el oficio de su padre, comercial de vinos, hasta que
abrió un negocio propio de reventa de trigo.
En 1757, conoció a Lamballe, un anciano
piamontés que le enseñó los secretos de la ciencia “sacerdotal” contenidos en un antiguo libro egipcio, es decir, el
Tarot.
Etteilla
escribió que había publicado un compendio de cartomancia en 1753, pero en la
Biblioteca Nacional de París no hay ni rastro de esta obra.
Podemos dudar de estas afirmaciones,
pero de lo que no hay dudad es de que Etteilla se acercó antes a la cartomancia
que Court de Gebelin. De hecho su primera publicación resultó ser “Etteillla o la única manera de echar las
cartas”, editada en París en 1770 con licencia del Censor Real.
En este librito no se hace referencia
alguna al Tarot, sólo se explica un sencillo método adivinatorio con una baraja
de naipes franceses reducida a 32cartas.
Las primeras obras publicads por
Etteilla son posteriores a Le Monde Primitif
de Court de Gebelin, lo que hace pensar que el cartomante quiso aumentar su
propia fama, haciendo creer que él era el descubridor de los significados
esotéricos del Tarot, e incluso el restaurador de su aspecto original.
Gracias a esas invenciones el nombre de
Etteilla ha llegado hasta nuestros días.
Será entre 1783 y 1785, cuando Etteilla
publique en Amsterdam, en cuatro cuadernillos, su obra más importante: Manière de se recréer avec un jeu de cartes
nommées Tarot.
En síntesis, decía que los 78
jeroglíficos del Libro de Thoth habían sido creados en el 2.170 a.C, es decir,
171 años después del Diluvio (eso decía Etteilla), durante una convención de 17
magos presidida por Hermes Trimegisto, nombre griego del dios egipcio Thoth.
Luego se grabaron las figuras en
láminas de oro y se situaron alrededor de la hoguera central del templo de
Menfis.
Por fin, después de varias vicisitudes,
fueron reproducidas por “vulgares
artesanos medievales” de forma tan imprecisa que se desvirtuó su
significado.
Por eso Etteilla se propuso devolver al
Tarot su fisonomía primitiva.
Esta baraja se distingue del Tarot de
Marsella, tanto como por sus representaciones como por el orden de las Láminas Mayores,
que él corrigió de forma que coincidieran con sus teorías.
La primeras ocho cartas representan las
fases de la creación descrita en la Biblia.
Las cuatro siguientes son las virtudes
que acercan el hombre a Dios.
Las 56 Láminas Menores son las “sentencias
escritas para los mortales”
No queda claro si fue el cartomante
quien encargó dibujar e imprimir las cartas conocidas como “Gran Etteilla o
juego de los 78 naipes egipcio”.
Sin duda, la primera versión se perdió
y los siguientes impresores realizaron modificaciones; de hecho, se conocen por
lo menos cuatro versiones del Gran Etteilla, publicadas durante el XIX.
Incluso los esotéricos modernos, a
pesar de denigrar a Etteilla, se inspiraron parcialmente en su Tarot.
En fin, la vida es así, los que te
critican acaban por imitarte.
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