Desde La
Brújula Ancestral queremos invitar a todo aquél o aquella que nos siga o
simplemente haya dado con nosotros por azar, a que vea las cosas, el mundo y su propia existencia de una manera global, independientemente de creencias
que se anclan en el inconsciente colectivo.
Hoy vamos a
hacer una reflexión sobre cómo cambia nuestra manera de aprender y de percibir
el mundo a medida que crecemos y maduramos.
Cuando
alguien me pregunta ¿por qué el Tarot? yo respondo: ¡Porque no podía ser de
otra manera!
Cómo evolucionamos,
el entorno en el que crecemos, la libertad que nos den y el respeto que nos
tengan influye a la hora de que puedas elegir “tu camino” libremente, aunque
bien es verdad que en muchas ocasiones el camino se hace al andar, recordando a
Machado, y es cada paso el que te va llevando poco a poco a ese lugar que
desconoces.
Hagamos memoria:
Cuando no
sabemos leer nos empiezan a enseñar las letras y luego vamos poco a poco formando
sílabas y después palabras.
Hoy todavía
me sorprendo cómo podemos aprender tanto y tan rápido.
Os incluyo un
ejemplo de una cartilla escolar de los años 70 y otra de los 90.
Parece que es
un método eficaz asociar fotos a sílabas (método foto silábico, analítico-mixto) porque
es más fácil que si recordamos la imagen nos lleve directamente a la sílaba, ya
que las letras son más abstractas para recordar, en cambio la imagen ayuda a la
retención de los fonemas silábicos de forma visual.
He ido conociendo
otros sistemas como el Letrilandia, en este caso un método analítico en el que
se aprende a leer desde las letras pero esa letra se asocia a un personaje para
que sea más fácil recordar.
Aquí tenemos
un ejemplo de ello:
Cuando
empezábamos a jugar, los de mi quinta, teníamos barajas infantiles al igual que
las hay en la actualidad, que son didácticas porque aprendes a relacionarte,
saber competir de una manera sana, saber perder y desarrollar la memoria, la habilidad y la velocidad.
En este tipo
de juegos, las imágenes son fundamentales porque incluso niños de edades
menores a la que indican en la baraja, pueden jugar e interactuar con otros
niños ya que con la imagen y la diferenciación de colores se puede echar una partida.
Os dejo un
mazo al que tengo especial cariño, las cartas de las Familias.
El hilo
conductor a todo esto es que de pequeños aprendemos muchas cosas de manera
intuitiva y visual, observando los dibujos, intuyendo e imaginando lo que representan,
sabemos reconocer si alguien está enfadado o contento por su expresión, sin
necesidad de que diga nada, ni debajo ponga “triste” o “enfadado”.
De niños,
cuando nos cuentan cuentos y todavía no sabemos leer necesitamos de los dibujos
como apoyo para hacernos mejor la idea mental de lo que se nos está contando.
Y lo vemos
como una manera natural de aprendizaje, sin reglas estrictas, sin represiones,
sin “esto no es muy ortodoxo”.
A medida que
crecemos vamos perdiendo inocencia y frescura para hacer las cosas, dejamos
poco a poco “nuestra manera” para adaptarnos y aceptar sin cuestionar la que
tiene todo el mundo, pensando que esa es la dirección correcta.
Los adultos
ponemos nombre a las cosas para que sean más fáciles de identificar o
clasificar y con ello las limitamos a la etiqueta que representan.
No hay
caminos correctos o equivocados, sólo hay caminos vitales individuales a cada
persona, a cada niño, pero parece ser que un grupo de personas uniformes y
sin carácter, ni criterio es lo que resulta más fácil de manejar, y no un ser
individual con su propia opinión y naturaleza, sus intereses personales y sus
habilidades o dones particulares.
Crecer es
alejarse de nuestra esencia para adentrarnos en un sistema global que sólo
quiere peones para que esté garantizada la supervivencia sin reflexión.
La vida te
va aportando lo que vas requiriendo de ella, me refiero a que si tienes
curiosidad e interés puedes aprender muchas cosas y descubrir otras muchas que
jamás pensaste que pudieran interesarte.
Si no
investigas, y miras más allá de lo que está a la vista te pierdes lo realmente
importante, lo que te hace diferente, el hecho de vivir preguntándonos ¿de
dónde viene esto y aquello? y ¿por qué esto es así?
Cuando
llegamos a la edad adulta ya no se nos permite ni hacer, ni pensar ciertas
cosas porque ya estamos entrando en otro juego con otras reglas.
No vale
cuestionarse las cosas, son así porque sí y cuestionarlas o ponerlas en duda es
una actitud infantil y poco madura.
Por eso de
niños podemos mirar imágenes e intuir su mensaje pero de mayores, interpretar
el Tarot, un mazo con dibujitos y símbolos más o menos raros, es de gente extraña. Muchas personas ven este arte desde una perspectiva oscura, llena de tabúes
y prejuicios y llena también de desconocimiento, ¡ojalá pudiera conocerse toda
la simbología que encierra el Tarot! pero toda, desde su origen primigenio
hasta hoy, lo que no conocemos porque se encargaron de borrar con creencias,
culturas y religiones.
¿Qué es lo
que ha cambiado con el tiempo?, lo que en un momento determinado nos dan para
que aprendamos, más adelante nos disuaden de ello, nos lo quitan porque es poco
ortodoxo y racional.
Y yo me
pregunto ¿son racionales las guerras? y ¿el hambre?, ¿es racional y maduro
aceptar que depende de dónde hayas nacido tendrás o no agua para sobrevivir? ¡Una
civilización tan tecnológicamente avanzada y madura!
No sé, me lo
tendrán que explicar de otra manera porque sigo sin comprenderlo.
Con esto
quiero decir que si dejamos que nuestras mentes infantiles exploren, crezcan felices, sin barreras
mentales, sin inculcarles prejuicios, con libertad y respeto a sus esencias, obtendremos de ellas a los mejores adultos que serán nuestros médicos, maestros,
albañiles o pescadores, porque habrán hecho su camino sin cortapisas, límites e
ideas preconcebidas, pudiendo ver más allá de la realidad, dejando que sea su
intuición, basada también en la experiencia, la que les diga qué es lo mejor
que se puede hacer para procurar un bien común, independientemente de que haya
un “manual de lo establecido y aceptado” que nos sirva para muchas cosas pero
no para todas.
Cuando me
preguntan ¿por qué el Tarot? yo respondo: ¡Porque no podía ser de otra manera!
En la
Brújula Ancestral, las personas que lo integramos tenemos una mente plástica y
curiosa, poco a poco vamos desarrollando nuestro nivel de precepción y
precognición porque no puede ser de otra manera, nuestra sensibilidad e
intuición es nuestro mejor aliado, pero no porque interpretemos el Tarot o
tengamos visos de lo que puede acontecer a futuro, sino porque cuando dejas que
el pensamiento fluya se expande y alcanza niveles que jamás imaginaste.
Dejemos que
nuestros niños descubran el mundo con sus propios ojos, que imaginen un paisaje
de leyenda con gnomos y hadas y duendes, que hablen con sus amigos invisibles,
porque a lo mejor sólo son invisibles para nosotros, los adultos, porque hemos
perdido la fe.
Sólo así, por ejemplo, se
diferencian los médicos de los buenos médicos, que al margen de lo que digan
las analíticas y las estadísticas, no se conforman con el resultado y buscan otras causas salvando así a muchas personas por intuición, por
ir por un camino no marcado, por pensar opciones diferentes a lo ordinariamente establecido, siendo esas nuevas intuiciones o ideas necesarias para avanzar en investigación y cura de enfermedades.
Se necesita
intuición para cocinar un buen plato, lleno de sabor y sensibilidad, para
pintar un cuadro, para componer una melodía, para detectar un fallo en una máquina…
Hay que estudiar, aprender y trabajar pero sin perder la perspectiva de todo lo que es capaz el ser humano.
Debemos aprender a ver más allá de esta realidad, cambiante y apasionante, a comprender otras realidades y otros espacios y tiempos.
Hay que estudiar, aprender y trabajar pero sin perder la perspectiva de todo lo que es capaz el ser humano.
Debemos aprender a ver más allá de esta realidad, cambiante y apasionante, a comprender otras realidades y otros espacios y tiempos.
Exploremos todos
los caminos que se nos pongan delante, no podemos permitirnos irnos de este
mundo con menos cosas en la cabeza de aquellas con las que vinimos (creo que
algo traemos en origen) sólo tenemos un límite, el tiempo que se nos concede,
una vida.
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