El mazo del Tarot
Egipcio fue uno de los primeros que empecé a utilizar; me llamaba la
atención el hecho de que las cartas parecieran pedazos de pergamino pegados
sobre un fondo negro.
Desde la más remota antigüedad, la magia y el misterio
que envuelven el rico simbolismo del Antiguo Egipto han ejercido una gran
seducción en el hombre.
En este mazo se unen Egipto y el Tarot para generar
una unidad simbólica.
Tanto griegos como romanos creyeron que el valle del
Nilo albergaba la cuna de la humanidad. Tal vez por ello y desde el siglo XVIII
numerosos ocultistas, pseudoarqueólogos y videntes de todas clases intentaron
asociar el contenido simbólico de las cartas del Tarot con un supuesto Libro de
Thoth que contenía el saber ancestral de los antiguos sacerdotes egipcios.
Este Tarot, nacido en París en 1896, está inspirado en
el antiguo Egipto manteniendo el mismo tipo de estructura que el de Marsella
clásico, conservando la numeración y los nombres tanto de los Arcanos Mayores
como Menores, presentando dos excepciones: le otorga el valor 0 al Arcano de El
Loco y le da el nombre de La Muerte, al Arcano sin nombre, el XIII.
Vamos a ver la simbología de los Arcanos Mayores.
El Loco carga unas grandes alforjas que representan las
cargas, la esclavitud de la materia, mientras deja atrás un obelisco
derrumbado, manifestando así la caída del espíritu en el mundo material.
Frente a él está el cocodrilo representando la vida y
la muerte, que abre sus fauces como para devorarlo, aunque El Loco parece no
verle.
Simboliza el castigo.
El Mago representa un príncipe cuya piel verde nos remite al
dios fundador Ptah, la encarnación del espíritu creador y de la inteligencia
divina. Frente a él se sustituye la mesa que aparece en el Tarot Clásico por la
piedra cúbica (representación de la Tierra y de la gran obra alquímica)
decorada con un ibis, la personificación de Dyehuty (Tot, el dios
egipcio de la sabiduría y las artes que tenía poder sobre todos los demás
dioses) cuyo nombre griego es Hermes Trimegisto.
Simboliza la voluntad.
La Sacerdotisa aparece entre dos columnas del templo, cubierta con un velo y con la media luna coronando el tocado, símbolo de lo transitorio y mutable. En su pecho porta una cruz solar, representación de la vida y lo eterno, de aspecto semejante a la representación del planeta Venus.
Simboliza la ciencia.
La Emperatriz aparece aquí
como la diosa Isis, enmarcada por un sol radiante que representa la potencia
creadora masculina. Su tocado es un buitre, representando lo femenino al igual
que el ave que sujeta en su mano.
A sus pies, la luna, el submundo sometido a los
poderes celestiales.
Simboliza la realización.
El Emperador representa al
faraón; lleva la corona del Bajo Egipto y el halcón, símbolo de ascensión y del
alma.
Sostiene en su mano derecha un espejo, poniéndole en
contacto con su parte femenina.
La forzada posición de las piernas reproduce el
símbolo del azufre alquímico, un triángulo sobre una cruz.
Simboliza la realización.
El Papa se transforma en un hierofante, maestro de los
misterios sagrados.
Está sentado entre las columnas del templo coronado
por el ouroboros, la serpiente sagrada que personifica el ojo ardiente
de Ra, símbolo del poder y la videncia.
A sus pies los genios de la Luz y las Tinieblas,
mientras sujeta con su mano una cruz de tres brazos.
Simboliza la inspiración.
Los Enamorados nos muestran
la prueba realizada a un iniciado.
En ella el faraón con barba y coronado, manifestación
de su dignidad real, aparece en la posición que presentan las momias para
simular así la muerte simbólica, mientras a su lado dos bailarinas intentan
seducirlo.
Sobre la escena aparece un ser solar preparado para
disparar su flecha. En ambos vértices del arco, aparece la Luna representando
lo mutable y el escarabajo, como encarnación de la vida eterna.
Simboliza la prueba.
En el Carro nos encontramos a Osiris presentado
como joven iniciado (el emblema de Osiris aparece sobre él) conduciendo un
carro solar y empuñando un cetro en el que aparecen representadas la materia
(cuadrado), la eternidad (círculo) y la perfección espiritual (triángulo).
Las esfinges que representan el bien y el mal ahora
son servidoras suyas.
Simboliza la victoria.
La Justicia está sentada en un trono con una espada en una mano y
una balanza en la otra.
La serpiente ouroboros que lleva en su pelo a modo de tocado
manifiesta la visión espiritual.
La pareja de leones encarna la fuerza, el buitre la
energía femenina, y el escarabajo simboliza la nueva vida.
El espíritu de la palabra verdadera le protege con sus
alas.
Simboliza el equilibrio.
El Ermitaño se envuelve con su manto para separarse del mundo
espiritual mientras se apoya en su bastón.
Sobre él, Ra le bendice con sus rayos.
Simboliza la prudencia.
La Rueda se alza majestuosa rodeada en su base por dos
serpientes ouroboros, símbolo de los poderes protectores de la fuente de
la vida.
La esfinge de arriba representa el destino, mientras
que el personaje que cae es el genio del mal y el que asciende el genio del
bien.
Simboliza el destino.
La Fuerza es representada como una joven diosa vestida de blanco para manifestar
la pureza y nobleza con un tocado de oro
con la forma de un buitre y dos serpientes (ya sabemos lo que significan).
La diosa mantiene las mandíbulas abiertas del león sin
ejercer fuerza, manifestando que la fortaleza es interior.
Simboliza la fuerza.
El Colgado muestra un sacrificio ritual en el que un joven está
a punto de matar una vaca, animal sagrado que representa a la diosa del cielo
Hathor, como gesto de expiación, que es lo que simboliza esta carta.
La Muerte, el majestuoso Anubis con su cabeza de chacal, está
frente a la balanza de la diosa de la ley, Maat, la que pesa las almas. En un
plato el alma del fallecido y en el otro una pluma de avestruz, símbolo de la
justicia, equilibra la balanza.
Simboliza la transformación.
La Templanza trasvasa agua
de una vasija a otra, que encarnan lo femenino y el cuerpo materno, con alas en
espalda y tobillos, coronada por el dios Ra.
Simboliza la iniciativa.
El Diablo, mezcla de cocodrilo e hipopótamo, representa la
encarnación de Seth, soberano del desierto y adversario del benéfico Osiris,
dios de la vegetación, elevado sobre columnas derribadas que representan la
ruina de la civilización, portando una antorcha como muestra de iluminación y
un cetro con un disco solar.
A sus pies, dos hombres encadenados
con cabeza de carnero simbolizan la fertilidad, la materia.
Simboliza la fatalidad.
La Torre es una pirámide destruida en su construcción por un
rayo que envía la divinidad y que actúa
de igual manera sobre todos, sin hacer distinción de escalas sociales, puesto
que de la pirámide caen un hombre con corona y otro no.
Simboliza la ruina.
La Estrella muestra una joven desnuda que vierte la esencia
vital, el agua, en un río, que encarna la manifestación de la vida y la muerte
como el eterno cambio.
Tras ella una flor como muestra de la resurrección, y sobre su cabeza una estrella en cuyo corazón hay dos triángulos (como es arriba es abajo), rodeada de siete estrellas que representan los planetas de la antigüedad.
Tras ella una flor como muestra de la resurrección, y sobre su cabeza una estrella en cuyo corazón hay dos triángulos (como es arriba es abajo), rodeada de siete estrellas que representan los planetas de la antigüedad.
Simboliza la esperanza.
La Luna, en la que de nuevo se sustituyen las torres por
pirámides, una blanca y otra negra, luz y oscuridad.
Frente a ellas el perro blanco y el lobo negro parecen
custodiar al escorpión, elemento ambivalente que lo mismo sana que provoca la
muerte.
Simboliza la desilusión.
El Sol, en el que se han reemplazado los dos niños por una
joven con los atributos de la diosa Maat, la de la justicia, símbolo del
equilibrio, bajo los rayos dorados del dios Ra.
Simboliza la felicidad.
El Juicio queda
representado por Anubis, dios de la muerte, mientras éste acompaña a un justo
(las vestimentas blancas así lo dicen) en su viaje al más allá.
En su mano lleva un pergamino donde está escrito el
juicio del alma a la que guía.
Simboliza la renovación.
Y el último Arcano Mayor de este mazo, El
Mundo muestra a un joven tocando un instrumento de cuerda, símbolo de
la eterna vibración creativa del Cosmos.
Sobre su cabeza, un halcón, Horus, dios del cielo,
extiende sus alas dentro de un círculo de rosas de oro, manifestación del
desarrollo de la vida.
Las cuatro cabezas que rodean las flores son de un
hombre (inteligencia), un toro (poder y virilidad), un león (fuego y alma) y un
águila o un buitre (lo celeste y espiritual).
Gracias por compartir tus conocimientos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho esta entrada.
Gracias a ti por invertir tu tiempo en leer mis entradas.
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